Relatos y poemas acerca de la vivencia del despertar a la conciencia no dual // Los relatos de este blog muestran que vivir lo que realmente somos es posible, y que está al alcance de todos. Que no hay que ser perfecto, ni hacen falta prácticas espirituales especiales. Que no necesitamos sanarnos de nuestros defectos ni resolver nuestros problemas. Lo que Somos lo somos aquí y ahora, siempre. Nunca hemos sido otra cosa: Una pura Conciencia, infinita y eterna.

viernes, septiembre 15, 2006

1.- SEMILLAS DE TRIGO: El “Ahora”


Salí a caminar por los alrededores del monasterio. La noche anterior apenas había dormido y tenía la cabeza muy pesada, por lo que necesitaba despejarme. El cielo estaba cubierto y acababa de llover suavemente. El olor de la tierra mojada era tan bello y tan intenso que parecía que el pecho era demasiado pequeño para contenerlo.
Tras varios días de retiro, me seguía costando hacer silencio. Aunque estaba callada por fuera, los pensamientos no cesaban y atrapaban casi toda la atención.

¿Por qué no puedo hacer silencio?

Escuché en mi interior las palabras de Consuelo, que se habían quedado vibrando en el corazón como una melodía dulce y cálida:

“Reflexión es utilizar el intelecto pero con una intención honesta y sincera de respondernos a una pregunta, y hay que tener momentos de silencio. Dejo la interrogación ahí, suspendida, hago silencio, y en un momento dado surge la respuesta por intuición. Reflexiono por amor a la Verdad, no para deslumbrar a otros. La intuición es entonces la luz que irrumpe y habita entre nosotros”.

Había muchas preguntas bullendo en mi interior:

“Por qué vivo “dormida”? ¿Por qué no me despierto?”

Atravesé los campos segados siendo muy consciente de cada paso, del respirar, de los sonidos, de las sensaciones corporales… A lo lejos se veían los cuerpos de las personas caminando despacio por los senderos, todos en silencio…

“¿Por qué mi cabeza está llena de pensamientos?”

Había estado observando durante los días anteriores estos pensamientos y me había sorprendido lo absurdo de su contenido: melodías de viejas canciones reverberando una y otra vez, situaciones vividas con mi pareja, justificaciones, recuerdos de imágenes que nada aportaban y que nada tenían que ver con el presente. Me había dado cuenta que determinados pensamientos traían como consecuencia las emociones correspondientes: miedo, enfado, rencor, tristeza, culpa, impaciencia… Esas emociones a su vez alimentaban los pensamientos, y así caía en un círculo sin salida. Esto era lo que me había llevado a la crisis de la pasada noche.

“¿Por qué doy tanta realidad a lo que pienso y a lo que veo?”

Nada es lo que parece. Castaneda describía el mundo como una red de luz, y los científicos dicen lo mismo. Platón hablaba de las sombras vistas desde la caverna. Y yo sigo viviendo dando realidad a las sombras, en lugar de a la luz, creyéndome un cuerpo y una mente separados, creyendo que el tiempo y el espacio son reales, creyendo que lo externo es independiente de lo interno, creyendo que hay “alguien” ajeno a la conciencia que mueve este mundo.

Sin embargo, cuando hago silencio y me pregunto: ¿Quién es el que está pensando? ¿Quién mira el pensamiento? y ¿Quién mira al que lo mira? llego a ese lugar profundo donde el “yo” habitual desaparece y sólo está ese Testigo sin nombre, ese “puro centro de percepción consciente, desimplicado de todo el mundo percibido”, como lo describe José Díez Faixat en su libro “Siendo nada soy todo”. Ese testigo está todavía separado, sigue siendo “un centro experimentador diferenciado de la realidad experimentada”, como él dice, pero está “en el mismo umbral de la realidad no dual”. Y de hecho, en ocasiones en que uno está situado en este sujeto último (tanto meditando o contemplando sentados, como en plena acción) ocurre que el sujeto desaparece y queda una única Conciencia. Esto no es una consideración teórica, sino una vivencia al alcance de cualquiera que se detenga por un instante a contemplar. En esos momentos uno “sabe” sin lugar a dudas que hay algo que está más allá de los sentidos, más allá del pensamiento, más allá de lo que creemos que somos, y que ese algo es nuestra verdadera esencia. Cuando esto acontece, uno sale del tiempo y se encuentra con la eternidad.

Había estado practicando ese “estar en el Testigo” en todas las situaciones en que me acordaba de hacerlo durante estos dos últimos años: mientras esperaba el autobús, mientras caminaba, entre un paciente y el siguiente en la consulta, y sobre todo cuando estaba tomada por las emociones negativas… como la noche pasada, pero apenas podía mantenerme unos segundos, o unos minutos. De todos modos, siempre me ayudaba, y creo que fue predisponiendo algo en una determinada dirección, porque cada vez parecía algo más fácil permanecer ahí.

Seguí caminando entre las espigas cortadas. Las encinas y los robles en las colinas se movían con el viento, y sus recias hojas danzaban sin oponer resistencia, dejando que el aire las hiciese rugir. Hoy cantaban una canción nueva, que nunca antes ni nunca después sería cantada. Las nubes, de color gris oscuro, brillaban con una luz extraordinaria, que tampoco nunca antes existió, ni nunca después existiría.

Mientras observaba mis pasos y escuchaba el crujido de mis sandalias, iba mirando los granos de trigo esparcidos en la tierra. Después de la siega, muchas semillas quedaron sin recoger, seguramente arrastradas por el viento. Ahora estaban ahí, y al pisarlas me dolía la vida perdida que significaban.

Cada semilla me hablaba del “ahora” perdido, de ese instante luminoso y eterno que está fuera del tiempo, y que se me escapa cuando estoy enfrascada en mis pensamientos.

Traté de describirlo es este poema:

EL AHORA

En los campos segados
de trigo, el viento,
mil semillas dejó
cubriendo el suelo.

Voy pisando los granos
con mis sandalias,
y esa vida perdida
me hiere el alma.

Me preguntas por qué
vivo durmiendo:
El tiempo y el espacio
me sedujeron.

Me preguntas por qué
no me despierto:
Porque perdí la llave
de mi Silencio.

Me preguntas por qué
hay pensamientos:
La casa del presente
vendí a mi sueño.

Semillas del ahora,
Vida sin tiempo,
granos de Luz y Fuerza,
¡os voy perdiendo!

 

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